domingo, 30 de agosto de 2009

Lago Toya

Estamos en la zona volcánica por excelencia de la isla, es el lago Toya, dentro del Parque Nacional Shikotsu-Toya.

Como últimamente estamos haciendo, y ya que las oficinas de turismo suelen estar al lado de las estaciones de tren o bus a las que se llega, vamos a la de aquí, Toya Onsen para pedir información sobre la zona y sobre los alojamientos. A la que hoy nos atiende parece que le falta un herbor y hay que sacarle la informacion con sacacorchos (será el aire del lugar).

Ya tenemos alojamiento (el más baratito de los que había por la zona, en la que los precios se disparan) y caminamos bajo la lluvia hasta el hotel. Nos recibe la que suponemos es la dueña del establecimiento. Este hotel, al igual que otros de los que vemos y las calles que los rodean, parecen haber tenido momentos mejores. Es como si Toya Onsen hubiera disfrutado de una época de esplendor en otros tiempos. Pero ahora la mayor parte de los edificios, lugares públicos, instalaciones de alumbrado, parques, etc. están como abandonados, algo cochambrosos, vetustos. Nuestro hotel es un edificio de 8 plantas de los años 70 con poca luz y con olor a viejo. Como siempre, el chek-in no se puede hacer asta las 3 de la tarde (mira que son raros), le dejamos las maletas para que las guarde y salimos de expedición volcánica bajo la llovizna y el cielo gris.

Nuestra primera parada es un antiguo pueblo ya desaparecido por la erupción del año 2000. Se pueden ver varias de las fumarolas y los restos de lo que fue el pueblo, de sus calles y carreteras, de sus casas, sus coches, tal como quedaron después de la erupción: aquí huele aún más a abandono, pero con motivo. ¡¡¡Menudo susto!!!


Comemos en el pueblo, en un sitio tranquilo con ambiente inglés: pasta al estilo local.


Nos vamos a la falda del volcán para coger un funicular que nos llevará a la cima. Desde la falda las vistas son estremecedoras, lo malo es que se acercan nubes bajas, subimos a la zona de obsevación y, como tememos, la niebla se hace dueña del lugar. Será que, al igual que Mr. Fuji, también aquí los volcanes son tímidos.


Nos vamos de compras por el pueblo, jajajaja, sólo hay una tienda, qué rápido terminamos. Como el día está muy desapacible volvemos al hotel, que ya se puede hacer el check-in.

La habitación nos sorprende: el octavo piso de este hotel, asentado en cuesta, ofrece unas magníficas vistas del lago Toya y, además, dispone de unos detalles japanish style que no habíamos disfrutado antes. Enfin, es muy acogedora.

Una de onsen, que ya nos hemos acostumbrado y aquí son con agua del natural, salida directamente de debajo de las piedras a una temperatura de 42 graditos, y volvemos a la habitación para disfrutar desde ella del espectáculo de fuegos artificiales.

Después, una cenita en lo que parece la casa de una familia. Como no tenemos ganas de sorpresas, pedimos una ensalada, un "scallop" ¿escalope? y cerdo y, tras la ensalada de un tamaño considerablemente superior a lo acostumbrado, llega el escalope... unos berberechos como no habéis visto nunca, enormes, gordotes, cocidos al vapor en licor de sake. Están a medio camino entre los berberechos gigantes y las vieiras (una concha plana y la otra no). Gracias a nuestro pésimo inglés, hemos acertado 100%, rico, rico, rico.

Al salir nos preguntan de dónde somos y, al decirles de España, la mujer que regenta el lugar se pone muy contenta, la hija nos dice que somos los primeros españoles que pasan por allí mientras que la madre se mete en la trastienda y al rato sale con un obsequio que nos entrega como algo muy especial. Es una toalla de las que aquí se utilizan para secar el sudor y lo recibimos como lo que es: un regalo muy especial.

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